DE "CIEN SONETOS DE ALBERTO"

De "Cien sonetos de Alberto" (2009)
Alberto López Serrano

DISTANCIA

El mundo libre no me deja amarte
en este mar de cuerpos lujuriosos,
y mi rostro con ojos jubilosos
sabe mil versos de la piel sacarte.

Dos palabras me bastan para darte
los placeres y al mundo decorosos
ojos mostrar, y hablar tan silenciosos
que a ti el estruendo llega a sonrojarte.

Sin abrirlas, mis alas te despliego.
Sin tocarte, mis labios te acarician.
Sin verte, robo de tus ojos fuego.

Por estos mares que en pudor se envician,
se aleja el cuerpo la distancia leve,
y nadie mira que el pulgar se mueve.



VEN

¿No es esto lo que anhelas vehemente?
¿No es esto lo que buscas indiscreto?
¿Por qué vacilas hoy de pronto al reto
y las alas escondes indolente?

¿Por qué vas fugitivo y no de frente
al vuelo que animoso, no en secreto,
dedicaste el apuro? ¿Qué respeto
y qué encendido fuego por valiente?

¿Adónde la ilusión del ardimiento?
Engaño, acaso, y débil elemento
que juraste feroz emprender vuelo

celebrando con fe de caballero;
mas el miedo te vuelve lisonjero,
basura, leve estiércol en el suelo.

VIDA

Apagaste la luz y en mí la vida
con más brillo encontré y dejé la muerte.
No requiero tu fuego si me es fuerte
la luz propia en el pecho contenida.

Diferente es la senda recorrida,
pero en sus cruces yo te encuentro (suerte
o voluntad que espera) con la inerte
apariencia en tu rostro desvalida.

Levanta el rostro, mi cuestión responde,
al soltarme las manos, ¿resbalaste?
¿Es que la luz a tu visión se esconde?

Más fuerte que el Silencio te pensaste.
Si tanto te jactabas del adónde,
¿en la muerte la vida no encontraste?

ROSA

Amarga y vieja rosa ya en el suelo,
¿por qué temprana y dulce permaneces
en el recuerdo con afán de anhelo
y te impones feroz y prevaleces?

Tan casta con espinas me pareces,
que atizas en mi pecho grande el celo;
mas sé que la memoria no mereces
por vano, pronto y traicionero vuelo.

Si al menos tus espinas me dolieran,
caídas como están, y me supieran,
muerta rosa, al aroma de besarte.

Rosa de Fuego que el recuerdo es tuyo,
si tan sólo me fueses un murmullo
y no este silencioso recordarte.

LA PIEDRA

El Alma derramé sobre la arena
queriendo cosechar con tanta prisa,
y hoy recojo mi polvo y mi ceniza,
semillas del vacío en sombra ajena.

Y el loco resonar de una cadena
prendida a mis razones se eterniza
en una brasa moribunda y lisa
que resbala en mi monte y lo gangrena.

¿No es esta la visión que vuelve piedra
el delirio del Fuego mientras medra?
Cumplo mi suerte a la virtud oscura;

ya después, cuando plano quede el monte,
cuando lance mi Alma al horizonte,
voy a lanzar, tal vez, la piedra dura.




ENGAÑO

¿Qué mejor que un engaño me darías?
Por eso yo lo extiendo en la ventana
y contemplo su voz oscura y vana
con los delirios de las manos mías.

Yo palpo con mis ojos mediodías
que bordan de la noche su mañana,
y me clavo los labios en la gana
de ver ardientes brasas en las frías.

Manténme la ficción encadenada,
como quien lima sin ninguna prisa,
no sea que ya libre se haga nada.

Qué mejor me darías que un engaño,
como quien entretiene, año tras año,
la brasa consumida en la ceniza.


EL POZO

Ya me duelen los brazos y, cansado,
en el borde del pozo me recuesto.
Veo mis manos y con nada resto
las cortadas del lazo desgastado.

¡Estas aguas! ¿Por qué tan decidido
mi balde está por ellas? No me cuesta,
mas ninguna a mi sed le da respuesta.
Ya de quedar reseco estoy rendido.

Hondo el pozo, y la sed… nunca la apago.
¡Sacaré con mi balde el pío trago
que de una vez por todas deje pleno

el ansioso rescoldo que me queda?
Mientras mi pálida garrucha rueda,
¿acaso no vendrá aquel Nazareno?


ESPERA
Tengo en mi corazón la certidumbre
de estar andando sin Por Qué ni Cuándo,
solo, con mis sonetos tropezando
con el silencio frío de la Cumbre.

He llegado a la cima por costumbre…
¡Pero sé que es inútil! Voy rodando
necios sonetos de esperar, cantando
el brillo de lo que es tal vez herrumbre.

Me inquieta, me desgasta, me carcome
esperar lo que acaso nunca asome
en estas cumbres con mi inútil canto

y el sensible vigor jamás me ofrezca.
¡Cumbres adonde estoy!... Cuando anochezca,
sabré que es Nada lo que espero tanto.


EL SIGNO

Ya tengo la ilusión. ¿Y la caída?
¿Qué paso ha de vencerme los escudos?
¿Qué jirón dejará mis pies desnudos
y listos en el punto de partida?

¿Qué golpe ha de mostrarme la salida?
En mis manos los sueños llevo crudos
esperando pasar por los embudos
que rasguen con el signo de la vida.

¿En qué calle ha de ser? ¿Bajo qué luna?
Acaso mi razón sea oportuna
poniendo la ilusión a lo sensato.

¿Pero qué signo soy en esa lista?
¡Yo voy a caminar sobre la pista
abriendo un agujero en mi zapato!



LA SEÑAL

¿Quién sabe dónde está lo que anhelamos?
Quizá distante como estrella cruda;
transparencia, quizás, que se desnuda
y en sus manos de luz no reparamos.

¡Tan sordos a la voz del día estamos?
El alba danza cálida y saluda
bella en sus dedos y en sus labios muda,
y nosotros los signos no atisbamos.

¿Y qué esperamos ver frente a nosotros?
¿La luz del día en gritos que nos llama?
¿Si confundimos la señal de otros?

Triste será la noche solitaria
al descubrir la luz que fue emisaria
y, ciegos, no supimos ver su llama.

LAS HOJAS

El rumbo de las hojas, ¿quién lo sabe?
Ni el árbol que les dio la vida entera.
Sólo vagan, sin rumbo ni frontera,
hasta que el viento su volar acabe.

Van por los aires como triste nave
sin saber el final de la quimera.
Obviando su presencia pasajera,
resuelven su camino en cada clave.

La vida... La recogen del momento.
Llevar se dejan leves por el viento
siendo el día la fuente y el ocaso.

Contenidas y libres en la brisa,
las hojas por llegar no tienen prisa
y nombran su camino en cada paso.



DULCE JOVEN

para Alfredo Espino
¿Cómo celebraré, liras doradas,
al más bello cantor de la campiña?
Voy a trenzarte en un laurel que ciña
las rosas del volcán, las más sagradas.

Blandos y amenos valles tus labradas
tiernas manos celebran y la riña
del agua con la tierra a ser quien tiña
con más altos colores las miradas.

Me deleitas, me amas y me arrullas
con las más melodiosas flores tuyas
que juntas, dulce joven, dondequiera.

Ahora quiero ser quien te celebra
y te junta de flores, hebra a hebra,
la más bella corona en la pradera.



CARMEN
                   a Claudia Lars

Línea robusta y luminosa huella,
voz pastoril del universo dueña;
pulso en los labios como el santo y seña
tejiéndose en la sangre la querella.

Eres, ante el asombro de luz bella,
Eva que se adelanta y se despeña;
y en tu pecho de pájaro que sueña
un vibrar de luciérnagas se estrella.

Yo te canto con un encantamiento
bajo la puerta que me dio su aliento.
En mi tierra hay estrellas, oh cantora,

que brotan iniciales y, descalzo,
yo te veo a los ojos mientras alzo
mi mano ante tu luz, mi Gran Señora.


COMPAÑERO
                           a Walt Whitman

Bello pastor del cántico liberto,
silvestre voz feliz del verso crudo,
también adoro al hombre que desnudo
nada en el río con latido abierto.

También sé que me adoras y lo advierto
en tu insondable carne que, a menudo,
está tumbada sobre el pasto mudo
viendo nadar mi cuerpo descubierto.

¡Oh compañero, abrasa mi locura,
yo abrazo tus caderas y cintura
que, libres, sin cesar, como cualquiera,

se entregan al placer desenfrenadas.
Oh amante de robustos camaradas,
también yo te amo a ti, como a cualquiera.



CANTO PERFECTO
                            a Raúl Contreras

Cuando oíste la voz de la señora
de sombras, sin palabras, ¿qué dijiste?
¿Del alba qué remanso perseguiste
en el paso veloz que se demora?

¿Qué señal de partida fue la aurora?
Tu luz de estrella, sin abrir, abriste.
De tu nieve encendidas brasas viste
en brazos de la amiga segadora.

La amiga que vigila en la ventana
y nuestro nombre gritará mañana.
El pulso eterno que te abrió la puerta

y en sus grietas la luz veo filtrada.
Canto perfecto de la voz cerrada,
yo soy aún el de la voz abierta.


OTRO SONETO

Decir tu nombre en este llano verso
sería dar el nombre del sentido.
Hacerlo en el tercero es muy adverso,
pues todo ya estaría cometido.

Ni quiero verme en grande lío inmerso
si en el sexto dijera lo prohibido.
Por más que de esta voz busque reverso,
acabo otro cuarteto a lo debido.

Y no es que busque freno para el canto,
pero acaso yo busco ser discreto,
y esta voz te publica a todo encanto.

En doce versos nada es ya secreto
para tus ojos que me ocupan tanto;
y qué más da, te tengo otro soneto.

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