YA TENGO LA ILUSIÓN Y LA CAÍDA


YA TENGO LA ILUSIÓN Y LA CAÍDA
(de "Montaña y otros poemas", 2010) 
Alberto López Serrano

I
¡Inútil ofrecerte yo mis labios
si seguiré inventándome tus besos
como ensayar de labios en espejos
y limpiarles saliva con las manos!

¡De qué me sirve, entonces, el latido
que feliz me arrebola y me sacude!
¿De qué me sirve, entonces, esa nube
que tiende mi ilusión que te confío?

¿Que no es como un jardín que me florece
y sin poder oler con qué fragancias
se ilumina el contorno de mi cara?

¡Quizás inútil sea!... ¡Quizá a veces
espero tanto el Alba entre tus labios,
y ya en la espera se llegó el ocaso!

            II
Quisiera recorrerte con mis manos
como un batir del corazón sonoro,
como un terrible vendaval de asombro,
como nombrar tus poros con mis labios.

Pero en silencio guardo compostura
como quien limpia un vidrio varias veces
para que al mundo luzca transparente,
sin parecer que ignora ni que duda.

Y correr y gritar a todo el mundo
que quiero despertar con besos tuyos
quebrándome el cristal que me reprime.

Y es por gusto el batir, que grite o vuelva
o me muestre dispuesto… A fin de cuentas,
te escribo versos… que de nada sirven.

 
            III
Quisiera disfrazarme de neblina
para que nadie escuche mis palabras
repitiendo a las tres de la mañana
tu nombre escrito con la voz más viva.

Quisiera ser de sombra o ser paredes
que sepan todos los desvelos míos,
y tu nombre lanzar junto a mis trinos
y que en el viento todo se asemeje

a la niebla que asoma sobre el pecho,
al deseo perdido de besarte
y conocerte como yo a mí mismo.

¡Pero esta niebla que por gusto tiendo
si no sabrás volar para abrazarme!
Sabré que inútil es soltar mis trinos.

 
            IV
Me gusta caminar y ver tu sombra
que juega con la mía… Al menos ellas…
Me gusta ver tus pasos, no tropiezan
ni cerezos distráeles con hojas.

¡Yo quisiera quedarme por un rato
deshojando su olor entre mis dedos!
Y casi puedo a veces, y yo pienso
que andando voy sobre tus mismos pasos.

Una ilusión me lleva, y bien que sabes,
paso a paso contigo por las calles.
Me gusta caminar y ver tu risa.

No me gusta llegar hasta esa esquina.
Te detendrás y no podré besarte…
¡Al comenzar a andar ya lo sabía!

       
V
Palabra tras palabra, ¡qué desquicio!,
y yo no puedo hablar de cualquier cosa
(tú dices que podemos) cuando sola-
mente quiero besarte enloquecido.

Del mundo vienes y con él creciste,
y yo con mi ilusión de ver caminos.
¿No confías, quizás, en lo que digo?
¿No crees que también yo me domine

de hace mucho mis pasos y las sendas?
¡Ojalá fuera el vago que me piensas!
No andarían desiertos mis sentidos

dando caricias que descubren, lentas,
que no puedo abrazarte como esperas,
y me entretengo en descubrir, cual niño.

 
            VI
Ojos de sed en el llorar quejoso,
¿quién vela por tu rostro y su latido?
Cierra mi puerta sin balcón su oído
y en el mudo mirar mis ojos poso.

Así como quien pasa silencioso,
mis dos manos ignoran el sonido
del grito entre tus manos contenido.
¿La puerta que no se abre es don piadoso?

De mis labios desvío las preguntas
y el corazón me muerdo viendo juntas
tus manos extendidas en lo amargo.

Yo no te miro y mi sonrisa entera
te quiero dar y acompañar tu espera
de mano en el vacío. Y sin embargo…


 
VII
Ir sin saber el nombre de este día
ni el numeral que marca el calendario.
Sólo andar caminando en un rosario
de días que persiguen otro día.

Pensar sin sobresalto en el futuro
y en la clara certeza de marcharnos.
Sólo ver el presente sin pararnos
a plantar llanto y dicha del futuro.

Monotonía, entonces disfrazada
de calma y madurez y de consuelo.
A veces trazo una ilusión de vuelo

y desgajo el engaño de la Nada.
Yo busco un sobresalto, una caída.
Por eso gozo tu alba impresentida.


VIII
¿Podré decir tu nombre por la noche
cuando lanzo mi sonda a las estrellas?
Seguro me dirán lo que ya sepan
estas dos manos mías inconformes.

Y es que dormir de madrugada es necio
si todo el cosmos canta con tu rostro
su lácteo correr, que perfecciono
conversando en silencio con su fresco

mecanismo de siempre estar girando
el orden de tus letras y tus labios.
¡Y yo queriendo descubrir la clave

que me deje atisbar los besos tuyos
sin llevar el conteo: uno, dos! ¡Rudo
es estar solo cuando el Día sale!
 

            IX
Cadenas en mis pies… y pones otra…
Me estorban los espejos que me he puesto
en torno… y pones otro… Yo queriendo
demorar mi caída… y me desplomas…

Y hoy sé que soy la luz y soy el sismo,
 que soy la nube y que también la tierra.
Me lo dijo el espejo y la cadena
y fue tu rostro quien cayó conmigo.

Ya tengo la ilusión y la caída.
Han florecido rosas en mi huerto.
Tambor. Jardines. Llamas. Fuentes. Cítara.

Gozando la elocuencia del silencio.
Gozando de tu ausencia en la presencia.
Tú nunca dejes que sin ti yo sea.

 
X
Voy a soltar mis cantos en las nubes
y sabré de pletóricas burbujas
cargadas de tu aliento cuando suban,
y llueven en mis labios y me esculpen

y me agitan y sueltan la mirada.
¿Podré cantar un canto de gorriones
ahora que me llueven los mejores
trinos de luz que hasta mis uñas cantan?

 ¡Podré salirme de mí mismo, incluso!
¡Corazón, desmantela mi alto muro!
El tiempo es oportuno, y las burbujas

tienen los cantos esparciendo nieblas.
¡A ti te quiero, corazón, que lluevas
tú en mis labios y sólo tú me escurras!

 
            XI
Porque el cantar lo inmenso me redime,
esta ilusión de ser en tu garganta
como un alto repique de campanas
me descubre y me libra de escondites.

¡Enciérrame en tus llamas y no apagues,
mi corazón, tus fuegos interiores!
¡No salgas a buscar al horizonte
lo que contigo está y desde siempre arde!

Y yo queriendo descubrir los lindes
en un camino circular, desierto,
y ya mis labios me llenó tu aliento.

Has dejado en silencio mi garganta
y más hondo repican mis campanas
que aquí conmigo estás, conmigo vives.

 
XII
Arden todas mis células contigo
y tierra soy que canta fiel tu aliento,
y tan pequeño el corazón que tengo
para ofrecerte estancia y paraíso.

Ni tejados ni vítores ni puertas,
sólo canción de tartamudos bronces
que a cada aliento tocan tus canciones
como un jardín de abejas y alhucemas.

Como un reguero de pequeños soles,
te ofrezco mis luciérnagas, mi huerto,
una fiesta de nidos y panales,

lenguaje de cerezas, sin mis yoes,
telúricos latidos buscacielos.
Yo no te ofrezco miel: te ofrezco sangre.

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