De "Domador de Caballos"

ODISEO

Pobre Odiseo,
finalmente en casa,
y no está,
las paredes volviéndose viento
y el piso escarbando con sus raíces:
¿no es que eran de agua los desvelos de antes?

Tantos años para darse cuenta que su piel es como la tierra:
                                                                       vulnerable,
como estar para usarse públicamente,
y cuelga en las ventanas una fotografía de sus manos,
aquellas manos de tejer y destejer.
Hoy navegan el océano,
y el pobre Odiseo es un espantapájaros de madera
que cae como grano en el cemento.

Y recuerda el encanto en Circe,
Calipso: el paraíso…
Pero Ítaca es esto:
una cama que espera,
vacía,
sin las manos que tejen y destejen:
como cualquier lugar de extraños y alas rotas,
con el sol quemándole las carnes,
esperando entre guijarros húmedos del mar que le lleva.
Pobre Odiseo,
sangrando un lento lagrimeo eléctrico.
Ítaca es navajas de afeitar,
Ítaca es el ruido de las hojas secas rodando por el suelo seco,
Ítaca…

Y se aleja más y más por el mar…
y Odiseo plantado en las esquinas de Ítaca:
punto muerto,
prendiendo las farolas,
vagando en su propia tierra ajena,
coleccionando cantos con adioses,
pinchando la memoria con un catálogo pueril de recuerdos,
y un abierto y amplio camino de lágrimas
como un tapiz de todo lo que falta.
Pobre Odiseo,
si por lo menos supiera tejer…


HELENA

No es Helena quien te está esperando
con dorados bucles en su alegre cara
cuando subas alto en los muros derrotados.
Verás la sombra de una idea,
el fantasma de un perro desquiciado que te ronda.
Te acercarás para sitiarlo
y sus dientes de niebla habrán de traspasarte.

No es Helena quien te espera.
Debió quedarse en Pafos, Tiro o Menfis.
Nunca estarás en Troya.
Sus murallas siempre han de caer bajo el látigo ciego de tus días triunfales.

No es Helena.
Tampoco te amará morbosamente. No es Helena.
Será la mordida de un recuerdo,
la ficción de un encuentro que planeaste,
una jauría de lobos sobre el tejado azul,
en su boca negra verás a Casandra por fin muda en su advertencia loca,
en su boca negra verás a Hécuba llorar amargamente por ti.

No es ella.
Un reflejo masticado,
el eco débil de un grito contra el muro,
el golpe sordo del caer los velos en el mármol,
un lejano tambor que se congela,
sombras que bailan cuando el aceite en la lámpara se está acabando.

No.
¿Y después de la caída?
Hormigas devoran tu equipaje nuevo.
Un brindis,
y un perro sonríe como un dios dormido que no acepta libaciones ni jactancias.
Cuando subas por las Puertas Esceas,
cuando corras los velos para ver hacia abajo la llanura,
cuando se queme la luz sobre tu cara
y admires la sombra opaca de la idea que esperabas encontrar después del triunfo,
sabrás entonces que no es Helena quien te está esperando.

  
MEDEA

¿De qué te sirve, bruja,
la cosmética en tu rostro y los vestidos?
No será Jasón el que te admire.
No será Jasón el que te busque.

Lejos los días de manos tibias.
Idas las noches del batir constante.
Se quemó tu risa al arribar a Yolcos.
Se quemó el delirio de la sed  primera.
¿De qué te sirve el sabio encanto?
¿De qué te sirven, extranjera,
conjuros para siempre socorrerle?
No será Jasón el que sonría.
No será Jasón al que le importe más allá de usarte.

Por él, los toros ígneos de la Cólquide.
Por él, la serpiente del vellón de oro.
Por él…
El ronco patio de la infancia.
La calle hacia el templo de la Diosa.
El ágil brazo de tu padre…
¡Cuánto al partir de Colcos mataste, hija del sol!
¿De qué te sirve ahora la venganza?
¿De qué te sirve, Medea,
el reproche por los días ya lejanos?
No es Jasón el que ha de oírte.
No es Jasón el que regresa.

¿Sabrás decir el rumbo de tus manos?
¿Sabrás decir el llanto que pariste?

Sabrás que nunca viste el rostro que mordiste.
Que la tierna carne  muerta era tu propia carne.
Que nunca más Jasón será el Jasón de la primicia.
Que nunca fue Jasón el éxtasis del alba que esperabas.
Que no es Jasón el que hoy abrasas.

Medea,
solar Medea,
de nada sirve la cosmética, el vestido,
si ya al partir de Yolcos el navío te cortaba en mil pedazos la razón.
Sabrás que ha sido inútil, bella.
Nunca más Jasón será el Jasón de la primicia.
Sabrás que la sandalia se perdió en el lodo

y no regresa.




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