Diálogo: ZEUS Y GANIMEDES
Mi adaptación personal en verso
del
texto IV y fragmentos del V de
Diálogos de los dioses
de Luciano de Samosata
(prosista griego del siglo II)
como prólogo a mi libro
Cantos para mis muchachos
(Zeugma Editores, San Salvador, 2014)
Alberto López Serrano
ZEUS Y GANIMEDES
Ganimedes, llegamos al destino;
ya dame un beso, el pájaro que has visto
no soy, mira que yo no tengo ni alas
ni pando el pico ni uñas afiladas.
Pero, ¿no eras un águila hace poco
al contra mí lanzarte y me raptaste
de en medio del rebaño? Dime, ¿cómo
te han desaparecido aquellas grandes
alas y tan distinto así quedaste?
Ni águila ni hombre, niño, estás mirando,
yo soy el rey de todas las deidades,
me he oportunamente transformado.
¿Qué dices?¿Eres tú el famoso Pan?
¿Cómo no tienes cuernos ni velludas
patas ni la zampoña que te gusta?
¿Y sólo a ese tienes por deidad?
Ciertamente. Para él sacrificamos
un íntegro cabrío macho, a cueva
llevado donde está su estatua puesta.
Tú me pareces mercader de esclavos.
¿El nombre Zeus oído no has, muchacho,
ni en el Gárgaro has visto los altares
del que hace lluvia, el trueno y
el relámpago?
¿Tú afirmas ser, señor, el que arrojaste
sobre nos la tremenda granizada
anteayer y, se dice, habita en lo alto,
el que produce el ruido, al que ofrendara
un carnero mi padre? Di, ¿qué daño,
si es así, he hecho yo a que me raptaras,
oh señor de los dioses? Entretanto
a lo mejor los lobos han cercado
mis ovejas e irán a devorarlas.
¿Aún te preocupa tu rebaño
ahora que inmortal te has vuelto y cuando
a vivir con nosotros has llegado?
¿Qué dices? ¿No seré pronto llevado
al alto monte Ida de regreso?
¡De ninguna manera! En ese caso,
me habría inútilmente transformado.
Pero me buscará mi padre, luego
se enfadará cuando jamás me encuentre
y unos cuantos azotes va a brindarme
por descuidado del rebaño haberme.
¿Tu padre ahora cómo ha de mirarte?
No lo hagas, que ya empiezo a
extrañarle.
Si me dejas volver, prometo darte
en pago del rescate otro carnero,
de su parte, de tres años que tenemos,
que guía a los demás a la pradera.
¡Qué inocente muchacho! ¡Aún qué simple,
cándido niño! Mira, eso despide,
Ganimedes, olvida tus ovejas
y el Ida. Porque tú del cielo ya eres
un habitante, desde aquí tú harásles
favores a tu patria y a tu padre.
Y en vez de queso, en vez de aquella leche,
comerás ambrosía, beberás
néctar, el cual tú mismo ofrecerás
y escanciarás a nos los inmortales.
Ya no serás, lo que es más importante,
hombre, sino inmortal, la que más brilla
de tu alba estrella haré. Feliz serás.
Y cuando ganas tenga de jugar,
¿quién jugará conmigo aquí? En el Ida
éramos muchos de la misma edad.
A Eros tendrás aquí para jugar
contigo y, además, tabas cuantiosas.
No extrañes de la tierra ni una cosa,
mostrarte alegre y animoso debes.
¿Y en qué podría yo útil aquí serte?
¿También aquí apacentaré rebaños?
¡No! Escanciarás el néctar, encargado
del banquete y del néctar has de sernos.
Eso es fácil, pues sé cómo ordeñar
leche y mi vaso rústico llenar.
¡Vaya! Otra vez la leche en el recuerdo,
cree que a hombres servirá. Es el cielo
esto y el néctar, dije, aquí se bebe.
Zeus, ¿es más grato el néctar que
la leche?
Ya lo sabrás cuando lo tengas dentro
de poco, aquella no echarás de menos.
¿Y dónde por la noche acostaréme?
¿Se acostará conmigo también Eros?
No. A eso te rapté precisamente,
para que juntos, pues, tú y yo durmiéramos.
¿Es que acaso dormir solo no puedes
y por grato dormir conmigo tienes?
Sí, con un nene como tú de bello.
¿Por bello serviré para dormirte?
Sueño agradable brindas, dulce hechizo.
En cambio, el padre mío, si dormíase
a mi lado, enfadábase conmigo,
me contaba irritado en la mañana
que el sueño le quitaba con mis vueltas,
yo en voz alta soñando y mis patadas.
Por ello me mandaba con frecuencia
a dormir con mi madre. De manera
que, si, como me dices, me raptaste
para esto, tú procura regresarme
a mi tierra de nuevo o tú problemas
tendrás con el insomnio, ya verás
que te molestaré continuamente,
pues duermo dando vueltas sin parar.
Vas a pararlo, y mucho habré deleite
en eso desvelándome contigo,
así te abrazo y beso muchas veces.
Entonces tú sabrás lo que hacer quieres.
Mientras me besas yo estaré dormido.
Entonces ya sabremos lo que haremos.
Llévatelo, Hermes, dale de beber
el néctar inmortal, cómo ofrecer
la copa enseña, y trae a mi copero.
Más dulce me sabrá tu tierno beso
que el néctar de la copa, mi muchacho;
hasta el rayo y la égida a un lado
pondré, tan regio como soy, y luego,
si bien muy larga tengo yo la barba,
¡muy juntos jugaremos a las tabas!
De entre todos serás mi favorito,
mi hermoso escanciador, mi amado frigio.
Tú, Ganimedes, pásame la copa
a mí solo y dos besos dame ahora,
un beso cuando ofrézcasmela llena
y otro cuando la copa te devuelva.
Voy a beber del lado que tú bebas
para gozar tus labios doblemente.
Va a lamentarse quien dañarte quiera,
pues yo he de protegerte,
Ganimedes.
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