De “Montaña y otros poemas”



de la sección Ya tengo la ilusión y la caída
Alberto López Serrano

I

¡Inútil ofrecerte yo mis labios
si seguiré inventándome tus besos
como ensayar de labios en espejos
y limpiarles saliva con las manos!

¡De qué me sirve, entonces, el latido
que feliz me arrebola y me sacude!
¿De qué me sirve, entonces, esa nube
que tiende mi ilusión que te confío?

¿Que no es como un jardín que me florece
y sin poder oler con qué fragancias
se ilumina el contorno de mi cara?

¡Quizás inútil sea!... ¡Quizá a veces
espero tanto el Alba entre tus labios,
y ya en la espera se llegó el ocaso!


II

Quisiera recorrerte con mis manos
como un batir del corazón sonoro,
como un terrible vendaval de asombro,
como nombrar tus poros con mis labios.

Pero en silencio guardo compostura
como quien limpia un vidrio varias veces
para que al mundo luzca transparente,
sin parecer que ignora ni que duda.

Y correr y gritar a todo el mundo
que quiero despertar con besos tuyos
quebrándome el cristal que me reprime.

Y es por gusto el batir, que grite o vuelva
o me muestre dispuesto… A fin de cuentas,
te escribo versos… que de nada sirven.


XII

Arden todas mis células contigo
y tierra soy que canta fiel tu aliento,
y tan pequeño el corazón que tengo
para ofrecerte estancia y paraíso.

Ni tejados ni vítores ni puertas,
sólo canción de tartamudos bronces
que a cada aliento tocan tus canciones
como un jardín de abejas y alhucemas.

Como un reguero de pequeños soles,
te ofrezco mis luciérnagas, mi huerto,
una fiesta de nidos y panales,

lenguaje de cerezas, sin mis yoes,
telúricos latidos buscacielos.
Yo no te ofrezco miel: te ofrezco sangre.


de Montaña


III

Llega tarde el viento… y los labios me tiemblan fijos como rocas en el río. Largo el camino bajo nubes que se cierran, y el bosque en la montaña ya se adentra en mis pasos. Llega tarde el viento… ¿Qué señal ha de llegarme del camino? Camino que me lleva hacia lo incierto mientras subo con pasos presurosos y cautelosos. Llega tarde el viento ahora que mi aliento ya no es tibio y vago entre lo espeso de mis pasos.




VIII

Soy feliz en la montaña, soy una piedra que se esconde de los labios que le ríen, sangro más que el arroyo, me alimento de hierbas. No hay piedra más triste, debo olvidar el calor de las calles. Me escondo, soy feliz en la montaña, en el paso del río, en las nubes, en la lluvia que acendra mis músculos verdes. En el espejo del río a las nubes canto con mi lengua de hierro, bebo musgos y caracoles, bebo el sol que se revuelca en la piel del agua y soy feliz en la montaña.


de Otros poemas


VISIÓN DEL FIRMAMENTO


Ha de ser —se me ocurre— que me despierta el sueño y que la noche más no canta, que guardó su voz de flauta leve lejos de las piedras en el río, de las altas ramas en los árboles, de roce sobre una blanda y tibia piel. Y es muda la sombra en el palor del cielo y tibio el palpitar de los pasos cuando apenas brillan lejos las estrellas. De mí mismo en la sombra dudo, y resuena todo el mundo en una esfera incierta y dividida, en la niebla que es presagio del frío, del sueño. Ah la intensa voz del infinito que colma los rincones de mi techo, la voz que soy yo mismo, la voz del silencio de esta noche, que es otra noche que me acuesto solo.


SOLO

El día se acaba,
el sol ya se durmió,
blanca sale la luna,
mi corazón se hincha.

Cielo oscuro, nublado,
la Reina Reluciente,
estrellas brillan,
mi corazón se hincha.

Viento sonoro,
mi alborotado camino,
el búho canta,
mi corazón se hincha.

El frío de la noche;
ven aquí, Sol,
que mi corazón se hincha
y mi boca está sola.

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